Sábado ajetreado por tierras palentinas. También desde Aguilar de Campoo nos invitan a participar en su segundo concurso de navidad.
Coincidiendo con su semana del cine y para que haya fiesta a gusto de todos, nos convocan a cocinar unas riquísimas patatas con costilla y oreja.
Al no poder estar en dos eventos al mismo tiempo, nos dividimos y participamos en diferentes cuadrillas para alegría de las dos organizaciones que nos invitan.
Aguilar nos recibe con una mañana fresquita, propia del mes de diciembre, que al son y al calor de las ollas se anima para brindarnos una preciosa jornada de sol y buen ambiente.
Por la plaza pudimos ver desfilar a vecinos y a algún que otro actor atraído por el aroma y por la curiosidad de conocer este artilugio y su historia.
Mañana muy dinámica, con los soportales llenos de buenos cocineros que se esmeraron en preparar un buen guiso que estuviese a la altura del jurado, entre el que también se divisaron caras de algún actor. Un jurado así solo está al alcance de Aguilar durante su semana del cine.
La organización aportó las patatas, la costilla y la oreja para la elaboración del guiso y proporcionó a cada olla participante con pan, agua y botella de vino. Muchas gracias por vuestro esfuerzo y colaboración.
A las dos de la tarde se procedió a la entrega de las catas para su valoración por parte de un entregado jurado.
Finalizada la deliberación y sumados los puntos llega el momento más esperado por todos.
Damos nuestra más sincera enhorabuena a la Peña Las Trasmeranas, que se alzaron con el primer premio; al joven Miguel Alcalde, de Villamuriel del Cerrato, que obtuvo el segundo premio y a Jesús Quirce, de San Cebrián de Campos, que se alzó con el tercer premio.
Felicitamos al resto de premiados y agradecemos a todos vuestra presencia y participación.
Ya son 36 las ediciones del Aguilar Film Festival (AFF), al que se ha unido como celebración el concurso de olla ferroviaria, con una modesta segunda edición pero que llega con fuerza para consolidarse a lo largo del tiempo.
Si hablamos de Aguilar de Campoo a todos se nos despierta el sentido del olfato y el del gusto gracias a sus galletas. Pueblo galletero donde los haya, ampliamente conocido por todos.
Esta preciosa localidad fue declarada Conjunto Histórico Artístico en 1966 y no es de extrañar.
Considerada por muchos como la capital palentina del románico norte, ostenta el título de Villa Realenga, otorgado por Alfonso X el Sabio en 1255.
No nos alcanza el fin de semana para disfrutar de todo el arte que atesora esta villa. Paseando por sus calles encontramos más de 100 escudos y blasones entre sus casonas solariegas y palacios.
El Monasterio de Santa María la Real, del siglo XI, a la que en 1871 le fueron arrebatados los 23 capiteles más valiosos. Es en 1978 cuando se lleva a cabo la restauración gracias a la Asociación de Amigos del Monasterio, obteniendo en 1987 el premio Europa Nostra por la recuperación del edificio y por su actividad cultural.
La Colegiata de San Miguel contiene el Museo Parroquial, en el que podemos realizar un viaje por las Edades del Hombre en sus diversas salas y podremos contemplar los sepulcros de los Marqueses de Aguilar junto al presbiterio.
La Ermita de Santa Cecilia, del siglo XII, románica y en cuyo interior se encuentran valiosos capiteles.
La iglesia de San Andrés, románica, formó parte de un monasterio del siglo XII situado en la falda del castillo.
El Monasterio de Santa Clara, fundado en 1430 y habitado en un principio por franciscanos.
La Plaza Mayor, ubicada en el centro de la villa y presidida por la Colegiata, con una arquitectura castellana, con influencias de los pueblos marineros de Cantabria, en los que destacan sus galerías acristaladas.
El Palacio de los Manrique, también conocido como de los Marqueses de Aguilar y en el que se encuentra la oficina de turismo; el de los Villalobos Solórzano, al inicio de la calle del puente y el de los Marqueses de Villatorre, con portada de estilo renacentista burgalés.
La Casa del Cura, del siglo XV; la de Marcos Gutiérrez, defensor del castillo; la de los siete Linajes, en la que destacan sus siete gárgolas representando los siete pecados capitales; la de los Velarde, que nos obsequia con un voladizo de madera muy decorado; la de Juan de Mier y Terán, del siglo XVI y en cuya fachada destacan los escudos y un voladizo decorado.
El castillo, que se alza sobre una montaña rocosa y que data de los siglos XI y XII.
La muralla, del siglo XII, que tuvo 7 puertas, de las que se conservan 6.
Las puertas del Paseo Real y de la Tobalina.
El Barrio Judío y de la Sinagoga.
Y para ir cerrando la extensa muestra de arte, no nos podemos olvidar de sus numerosos puentes: el Mayor, el del Portazgo, el del Molino Turruntero, el de la Teja, el del Paseo de la Cascajera y el de las Tenerías.
Tengo que concluir, pues queda mucho de lo que hablar, de sus alrededores, su naturaleza, sus rutas de senderismo…
Pero eso ya lo dejo para que lo descubráis vosotros, para que os animéis a conocer esta preciosa y acogedora villa de gente amable.
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Nos vemos en la próxima.





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